Telemedicina: ¿Qué es y cómo se utiliza?
Uno de los ejes principales de la transformación digital en el sector de la salud es la telemedicina. Se denomina telemedicina a la prestación de servicios médicos a distancia. Para su implantación, se emplean tecnologías de la información y de las comunicaciones.
La Organización Mundial de la Salud (en adelante, OMS), define la telemedicina como “la prestación de servicios de salud (en los que la distancia es un factor determinante) por parte de profesionales sanitarios a través de la utilización de tecnologías de la información y la comunicación (TICs) para el intercambio de información válida para el diagnóstico, el tratamiento, la prevención de enfermedades, la investigación y la evaluación y para la formación continuada de profesionales sanitarios, todo ello con el objetivo final de mejorar la salud de la población y de las comunidades”.
En este sentido, la web oficial del gobierno de los Estados Unidos se pronunció acerca de su uso y de su cometido, declarando lo siguiente: “la telemedicina busca mejorar la salud de un paciente, permitiendo la comunicación interactiva en tiempo real entre el paciente, y el médico o profesional a distancia. Esta comunicación electrónica conlleva el uso de equipos de telecomunicaciones interactivas que incluyen, como equipamiento mínimo, audio y video”.
Gracias al progreso en las tecnologías de la información, las comunicaciones acerca del SARS-CoV-2 (en adelante, COVID-19), entre profesionales, pacientes, expertos y comunicadores, han sido posibles y, a través de la telemedicina, los pacientes se han podido sentir cerca de sus profesionales. Consecuencia de la pandemia provocada por la COVID-19, actualmente, los sistemas de telemedicina se han convertido en populares y son cada vez más usados.
Diferenciamos tres tipos de telemedicina: En primer lugar, la monitorización de pacientes a distancia. Este primer sistema, permite controlar en sus casas a los pacientes con enfermedades crónicas a través del almacenamiento de datos sobre niveles de azúcar en la sangre o la presión arterial, entre otros. Por otro lado, como segundo tipo de telemedicina encontramos la tecnología de almacenamiento y envío, a través de la cual se consigue que los datos clínicos se almacenen y, al mismo tiempo, puedan ser enviados a otros centros médicos. Por último, como tercer tipo de telemedicina, encontramos la telemedicina interactiva. Este último tipo de telemedicina permite comunicaciones en tiempo real entre médicos y pacientes, bien sea a través de una videoconferencia o a través de cualquier otro medio por el cual el médico pueda ver, aunque no tocar, al paciente.
En definitiva, no hay duda de que la telemedicina no es más que una ventaja en el progreso de la prestación del servicio médico y del trato al paciente, en general. No obstante, esta nueva modalidad de prestación de servicios se ha encontrado con un fuerte obstáculo de factores humanos y culturales, siendo este, principalmente, el enfrentamiento con el enfoque tradicional que muchos profesionales dan al servicio de la sanidad.
Por último, cabe destacar que, si bien es cierto que este régimen está siendo altamente utilizado, es necesario regular políticas concretas que rijan la privacidad de los pacientes y la confidencialidad respecto a la transferencia, almacenamiento e intercambio de datos, dado que este método de prestación de servicios por parte de los sanitarios ha llegado para quedarse. Progresar es avanzar. Simplemente hay que saber adaptarse y confiar.